CICLO
DE TEATRO HISTÓRICO EN EL PATIO DE COMEDIAS.
Comentario
Teatral
Mario
Ojeda.
1822 CRÓNICAS SUBYACENTES DE UNA
BATALLA es un trabajo escrito y dirigido por la
agrupación cultural RANA SABIA como producto de un importante proceso
investigativo.
En la Rana Sabia de los vistosos, caricaturescos y expresivos
muñecos se abre paso la actuación del actor y actrices como forma prioritaria
de contar esta parte de la historia del Ecuador. La batalla del Pichincha.
La teatralidad está presente a través de la creación
escénica de tres personajes de carne y hueso (no son títeres) que cuentan
historias en un lugar popular de nuestro país. Sabemos que es allí por la
utilización de símbolos y lenguajes culturales compartidos, sin embargo, la
escenografía destaca la presencia omnipresente del Rey de España Felipe II y la
imagen de un Patriota de la naciente república en aquel entonces, representados ambos bajo la forma de
muñecones.
Lo popular es una característica principal en el
trabajo pues el argumento gira alrededor de personajes que deben vender
ungüentos, abanicos, escapularios, catapultas, muñecos y mil cachivaches más.
Es de carácter popular además porque al final de cada una de las tres historias
que se cuenta durante la obra, la reflexión final la realiza siempre un
personaje que devela el enorme contingente de esfuerzos y penalidades que su
clase social ha realizado y lo poco o nada que ha logrado luego de la lucha
librada siendo casi siempre usados como carne de cañón.
Los tres personajes centrales, sus relaciones y la
elaboración comprensiva de su realidad
son el producto de un espacio imaginario parecido al de una plaza o
cualquier parque por donde circulan posibles compradores para sus chucherías,
en un tiempo que puede ser el pasado cercano a la Batalla del Pichincha o
incluso de la actualidad pero referido a aquella época.
El público de estos vendedores sabios y charlatanes populares es imaginario aunque
en varios momentos es el mismo público que ha asistido a la sala del Patio de
Comedias.
El argumento se inicia con la introducción que un personaje
anónimo realiza y que anuncia el sentido de la obra y despierta la conciencia
crítica en el público que asiste al PATIO.
Entran en juego los personajes centrales que en pocos
minutos muestran el ambiente de la época interpretando a diferentes seres que
por aquel entonces vivieron con sus intereses económicos y sociales y sus
contradictorias relaciones.
Está el hacendado y comerciante que al ir a misa
comenta con la vendedora charlatana su disgusto contra el régimen y su infortunio:
“Se me han muerto cinco indios de la hacienda sin siquiera avisar”. “Que falta
de respeto”.
Aparece el cura que jura castigo eterno al que falte a
la iglesia y también asoma la elegante dama española que al hacer compras en el
mercado deja en claro su condición “noble”
frente a la “india asquerosa” que la atiende.
Al discurrir el contexto histórico de la época se pone
de manifiesto también la manera y recursos con que los RANA van a reinterpretar
la historia oficial esta vez a su manera.
Desde el inicio el lenguaje verbal de la trama es
abordado con la alegría sonora y la constante musicalidad de la rima. En
algunos casos sonetos y en otros rima perfecta e imperfecta.
Este detalle embellece al trabajo y da cuenta de una
de las más altas cualidades de esta agrupación artística.
Los personajes históricos a partir de este momento
serán interpretados por títeres, manejados desde el teatrino fijo o desde el móvil, y en otras ocasiones serán insuflados de vida por
medio de títeres sin teatrino frente al
público desnudando la riqueza del juego de muñecos.
El actor y las actrices mantendrán sus personajes para
ir conduciendo la estructura narrativa de la obra, a la vez, imponiendo el
vaivén emocional con procesos de acercamiento
y alejamiento de la conciencia social de los espectadores como parte de la
dramaturgia de esta puesta en escena.
El contador de historias y la vendedora ambulante se
disputan el territorio de las ventas, se disputan el espacio de la
sobrevivencia con groserías verbales conocidas, sin embargo, la curiosidad humana por lo
divertido y el chisme hacen posible que el juglar salga con la suya e inicie la
primera historia.
Su ayudante una secretaria sin palabra pero con una
matraca escandalosa en la mano “afinada
en Do menor” apoya la narración de una de las sublevaciones más grandes que
registra la historia del Ecuador sucedida en 1803 en el territorio de Guamote y
Columbe.
“El cobro de
los diezmos, la población ya no la aguanta más” es lo que dice el títere Cecilio
Taday frente a su patrón quien en violenta arremetida golpea y tumba al
indígena.
Luis Sigla y Lorenza Avemañay quien proclama “Vivir
sin Rey” correrán la misma suerte cuando enfrentan a los guardias realistas.
En el pequeño teatrino portátil llama la atención la
violencia con que se mueven los títeres y la fuerza interpretativa de la voz,
de manera que reduciéndose el campo visual de acción se incrementa su fuerza
comunicativa.
La vendedora ambulante que a veces cumple el papel de
coro, al estilo griego, realiza varios
comentarios junto a sus complementarios muñecos, los cuales, por su simplicidad
reducen la intensidad dramática del momento produciendo por primera vez una
especie de alejamiento de la trama por parte del espectador.
“Lorenza Avemañay en el pueblo de Columbe nos habló de
libertad” es el estribillo que canta el sabiondo charlatán, quien termina intentando vender las alpargatas
de Cecilio Taday.
La vendedora ambulante vocea tres o cuatro cosas más
sin lograr despertar gran interés.
Llega el contador de historias alistado en el
ejército. Anuncia el reclutamiento general que por aquellos días se convierte
en ley general de la Real Audiencia so pena de castigo y hasta muerte a quien
se niegue.
La vendedora ambulante saliéndose de su característica
conceptual e interpretativa sorprende a todos al comentar la canción de
proclama de guerra y alistamiento general.
Este personaje adquiere súbitamente y sin transición la capacidad de voceadora de la conciencia social del momento.
Este personaje adquiere súbitamente y sin transición la capacidad de voceadora de la conciencia social del momento.
Mientras se prepara la guerra el Rey Fernando II abre diálogo
con el Patriota representante de la clase insurgente quien en realidad es un
Marques hijo de españoles, heredero de una hacienda que Felipe II concedió a su padre. El patriota pide que esta
relación de entendimiento con el rey se mantenga en reserva.
Acción artística amplificada por el uso de los
muñecones y prolífera de intenciones por el manejo de un texto desembozado. El público
ríe con intención de dirigir su ironía hacia circunstancias políticas repetidas
a lo largo de la historia.
El contador de historias vuelve esta vez convertido en
pintor. Ha pintado el campo de batalla en lo que hasta aquí se veía como pared
y teatrino.
Pintura infantil. De un lado el ejército liderado por
Aymerich y del otro lado por tres soldados bolivarianos.
Del dibujo aparecen dos brazos humanos enfrentados que
representan la batalla de los ejércitos a través de una pelea de dos manos.
Halan, pellizcan, tuercen, empujan, chirlean, todo esto acompañado
de gritos y pelea verbal.
La escena es resuelta teatralmente de manera perfecta
produciendo el momento de mayor disfrute del público que ríe por el ingenio y
la forma en que se enfrentan las manos.
La guerra libertaria pierde seriedad y veracidad
histórica para dar lugar a un momento de comicidad infantil.
Al final de la escena el mismo personaje contador de historias
parecería que abandona la obra y simplemente charla con el público acerca de lo
sucedido generando el segundo distanciamiento.
La obra termina con la anécdota de Abdón Calderón y su
padre Francisco Calderón coronel realista, tesorero de los caudales reales que
se negó a entregar los recursos al ejército al que se pertenecía y lo cedió al gran
colombiano.
Abón Calderón cuenta su ingreso al ejercito de Sucre y
en el Pichincha muere. Su muerte no
sucede por causa natural o tuberculosis,
tampoco debido a su desempeño bélico, más bien por falta de empatía con
el resto de los títeres.
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