domingo, 14 de junio de 2015

Comentario Teatral: LA TRAVIATA en la CREPEROLA del PATIO DE COMEDIAS. Mario Ojeda

comentario teatral en el Patio de Comdias
LA TRAVIATA EN LA CREPEROLA  del PATIO DE COMEDIAS.

COMENTARIO TEATRAL

MARIO OJEDA



La noche del martes 26 de Mayo se dio lugar un evento artístico muy interesante en LA CREPEROLA del PATIO DE COMEDIAS.

María del Carmen Albuja viuda de Guarderas había hecho la producción de un show artístico que nos hizo imaginar las noches de bohemia de Venecia de los años 1853 cuando esta ópera fue estrenada en el teatro Fenice.

Para entonces la sociedad veneciana había vivido una serie de campañas bélicas entre el reino de Austria, revoluciones populares y el mismo Napoleón III por la posesión de territorios. Una sociedad  monárquica que comenzaba a asimilar óperas que no eran de carácter épico o histórico sino libretos pasionales cercanos al drama y al melodrama.

En LA CREPEROLA del PATIO DE COMEDIAS las mesas de mantel bordado, el sonido chispeante de los vasos de vino servidos, el alegre bullicio de un público de buena conversación y una señora muy elegante que se acerca al oído de su acompañante y entre sutiles perfumes de su pañuelo le dice: “Mijo, a mí no me gusta la champagnia …..ME ENCANTA!!”.

La primera y única risa “a dúo” de la noche atravesó todo el salón lleno de distinguidos caballeros, damas, ágiles y amigables meseros, decorados teatrales y siguió su camino hasta fundirse en la memoria de un momento gracioso e íntimo en medio de muchos.

La escenografía para la representación de algunos fragmentos de la ópera más difundida en el mundo se encontraba presente como una imagen de novela que nos recordaba que ésta ópera fue escrita en base a La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas.

Las coloquiales conversaciones y las penetrantes miradas directas y de re ojo, se fueron concentrando en María del Carmen Albuja una encantadora señora quien con absoluta certeza contaba cómo esta iniciativa parte de la intención personal de acercar al público de Quito a la ópera y a la vez rendirle homenaje a Giuseppe Verdi.

Su esposo Raúl Guarderas antes de su definitiva partida,  pedía constantemente escuchar a Verdi cuya ópera lo relajaba e inspiraba… al punto que  se dio el placer de hacer sentir ese placer a través de algunos versos  dichos por primera vez pero como de memoria, a su esposa, una tarde mientras miraba al Cotopaxí desde su ventana con la Traviata acompañándolos.

La emotividad compartida entre la anfitriona y sus invitados  daba paso al primer fragmento de la obra en el que Violetta Valeri conoce a Albert Germont, quien inesperadamente y aprovechando de una pausa en la fiesta que Valeria ofrecía, le declara su amor.

El drama se presentía desde el inicio en la destacada interpretación musical que hacían la soprano María Isabel Albuja y el tenor Jorge Cassis en sus respectivos papeles.

Respetando el vestuario contemporáneo de aquella época, con el aporte de la musicalidad y la capacidad actoral operística de estos dos importantes cantantes se lograba imponer la magia de éste género que demanda entrega total para generar credibilidad escénica dentro de una convención artística poco conocida en Ecuador.  

Para la segunda aria la puesta en escena se servía de ciertos videos que facilitaban la narración del argumento y a la vez contextualizaban la magnitud de la obra puesta en escenarios europeos.

A medida que los fragmentos avanzaban en el pequeño y amigable escenario de la Creperola, la intensidad de la actuación iba tomando vigor en el delicado cuerpo de María Isabel que se acercaba poco a poco a la recreación de un personaje pasional que demanda una gestualidad amplificada, una sonoridad musical basta en emociones respaldada en amplios registros y una intencionalidad acertada del texto.

Jorge Cassis dueño de una magnífica y aterciopelada voz, en su papel nunca exploró los caminos de la actuación afectada propia del melodrama y se mantenía sobrio y profundo en la capacidad expresiva del canto como recurso prioritario para entregar todos los sentimientos y matices de un personaje que ama pero que finalmente fracasa en su relación.

El público aplaudía repetidas veces las interpretaciones sinceras de estos profesionales de la ópera que con tan sólo un piano impecablemente acariciado por Alex Alarcón lograban revivir  una importante  obra musical de todos los tiempos añadiéndole la audacia interpretativa de voces latinas.

El bajo Sergio Ensiso en su papel de Giorgio Germont anticipaba el trágico final de la obra negando la posibilidad de que el intenso amor de su hijo y Violetta pueda materializarse bajo las inaceptables condiciones de libertinaje en que Violetta había vivido hasta entonces.
Violetta en último y desesperado intento por salvar su relación trata de llamar a su compañero pero en medio de una terrible confusión éste cree que ella ha vuelto con su antiguo amante y la desprecia en público.

La catarsis actoral y musical llegaba en los momentos finales cuando sobre una cama de cortesana parisiense del siglo XIX la frágil figura de una Violetta enferma de tuberculosis se marchitaba como el sufrimiento de una flor que se abre para morir.

Escena larga y final que exigía control actoral, fuerza emotiva y espectacularidad vocal.
Los cantantes en la despedida del espectáculo en medio de reiterados aplausos se entregaban a su público y pedían su participación en unos pasajes de la melodía más reconocida de la ópera.

La fiesta se estaba consumando y aún le esperaba al público una deliciosa cena con crepe de champigniones como “introducción”. Como “desarrollo” o plato fuerte un pollo en salsa de tomillo “en coro” con un arroz meloso de zanahoria y vegetales salteados, dejándole para el “desenlace” o postre a un “sólo” de mousse de maracuyá al que inevitablemente se le unía “in allegro” un canuto de crepe zanzibar.

La dama de la champagnia cerraba dulcemente sus ojos con cada lento bocado.




  









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